Mural-Das Lied von der Erde

George Pehlivanian, director

6 / IV / 2017
Auditori

MURAL

Francisco Coll
Mural

 

Orquestra de la Comunitat Valenciana

George Pehlivanian, director

Francisco Coll (1985)

Mural (2013-2015)

Esta obra es fruto de un encargo de la Orquesta Filarmónica de Luxemburgo y la Filarmónica de Luxemburgo, The National Youth Orchestra de Gran Bretaña y el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia. Escrita para gran orquesta, la obra tiene una duración de unos 24 minutos.

Con esta composición, que podría definirse como una sinfonía en cinco movimientos, creo que se cierra un periodo en mi trabajo. A modo de un mural, la pieza presenta una síntesis de los lenguajes musicales que he desarrollado en la última década. Su estructura y su armonía han supuesto una obsesión constante a lo largo de los dos años que me ha llevado concluir la partitura; dos años durante los cuales he tenido en mente de algún modo que estaba escribiendo una «Sinfonía Grotesca» en la que Dionisos se encuentra con Apolo.

Al principio se presenta una introducción irreal, plena de contrastes ensoñadores y extrañas líneas melódicas. Tras un par de minutos, la orquesta casi se evapora para dar paso a un expresivo solo de corno inglés. Esta parte conduce hasta una música festiva que celebra la fiesta de la psique, la psique de la hipermodernidad. (Mi música siempre nace de la necesidad de decir algo sobre nuestro modo de vida).

El segundo movimiento es una danza muy corta y llena de energía, desarrollada a partir de mi Hyperlude III, para violín solo. Articulado en corcheas, es una especie de scherzo con cambios abruptos de color y dinámicas.

A éste le sucede un tercero, sereno y sensual, un canon a cargo de las cuerdas, infiltrado de armonías en los viento-madera y los metales, que crece sin cesar hasta convertirse de repente en una tranquila secuencia en forma de coral. Esto lleva a la música a un masivo acorde final, estático a la vez que en continuo movimiento, con inflexiones de microtono.

El cuarto movimiento presenta vestigios del introito del Requiem de Victoria, que enlazan con una nueva sección caótica y evocadora de la ansiedad de la vida en una ajetreada ciudad occidental, creando así un híbrido de alta y baja cultura. La entrada de la orquesta al completo trae acordes pesados, paisajes sonoros industriales y líneas melódicas eléctricas. Hay humor en la superficie y unión de dos contrarios: el caos y el orden en trabajo conjunto.

La armonía guía al expresivo y lento finale. La música lineal se entrelaza con la música de acordes, eventualmente marcados por rápidos estallidos de los viento-madera y las percusiones. Las montañas se ven como catedrales. Un coral masivo conduce hasta la coda, en la que una incierta última página coloca un acorde en mi mayor junto a un cluster. ¿Qué significa esto exactamente? Tengo una ligera idea.

Para alcanzar la esencia de las cosas, primero uno tiene que ser sofisticado. Con Mural he tenido la sensación de un retorno a los problemas tradicionales de la composición. En mis trabajos posteriores (Concierto para clave, Concerto GrossoInvisible Zones’ para cuarteto de cuerda, arpa y orquesta de cuerdas) he confirmado esta suposición. Intento tender a la simplicidad en cada nueva obra; la estructura, el ritmo y la armonía son cruciales en este proceso, y la melodía se convierte en algo cada vez más importante.

DAS LIED VON DER ERDE

Gustav Mahler
Das Lied von der Erde

 

Elena Zhidkova, mezzosoprano

Nikolai Schukoff, tenor

Orquestra de la Comunitat Valenciana

George Pehlivanian, director

Das Lied von der Erde

La canción de la tierra

En 2017, hace 110 años que Gustav Mahler dejaba Europa para buscar fortuna artística en Nueva York. Con él viajaban el Tristan und Isolde wagneriano y La flauta china, una antología de textos de Li-Tai-Po, Tchang-Tsi, Mong-Kao-Yen y Wang-Wei, poetas de los siglos VIII y IX, que le regaló su amigo Theobald Pollak. El compositor reconoce una comunión de ideas tal que no duda en retocar la traducción hecha por Hans Bethge de algunos versos y en escribir otros de su puño y letra, a modo de complemento.

Estos poemas centenarios habrían de ser el esqueleto literario del testamento artístico de Gustav Mahler; el vehículo perfecto para articular sus ensayados logros anteriores y reunir de nuevo en un monumental opus su dominio de la gran orquesta, las novedosas aportaciones al Lied sinfónico, y su última y monumental reflexión al obsesivo tema de la muerte y la despedida eterna.

Seis poemas estructuran Das Lied von der Erde, que comienza con un enérgico Brindis a la miseria terrenal, de claras resonancias wagnerianas en su concepción vocal. Le sigue El solitario en otoño, con sus oscuros ecos de la orquesta de Músorgski, y a éste le siguen el enérgico  A la Juventud  y el sutil Canto a la belleza. Como para tomar profundo aliento y antes de encarar la tremenda realidad de la definitiva muerte, se entona El borracho en primavera, un preámbulo casi narcótico a la extensa La despedida, el último tramo de este viaje definitivo en forma de canciones. La trascendente, emocionada y emocionante repetición de la palabra «eternamente» al final, se apaga en una invitación al reencuentro en un más allá.

 

Anselmo Alonso Soriano

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