Tosca

Giacomo Puccini

6, 9, 12, 15, 18 y 21 mayo 2018

 
Sala Principal
Un intenso drama del amor tratado como moneda de cambio en la Roma de los papas. En la ciudad eterna acosada por las tropas de Napoleón, la represión religiosa oculta una trama de bajas pasiones y extorsión que culminarán con una de las muertes más bellas de la historia de la ópera.

Dirección musical
Nicola Luisotti

Dirección de escena, escenografía e iluminación
Davide Livermore

Vestuario
Gianluca Falaschi

Producción
Teatro Carlo Felice de Génova

Escola Coral Veus Juntes de Quart de Poblet
Roser Gabaldó, Míriam Puchades, directoras

Cor de la Generalitat
Francesc Perales, director

Orquestra de la Comunitat Valenciana

Tosca
Lianna Haroutounian

Cavaradossi
Alfred Kim

Scarpia
Claudio Sgura (6, 12, 18)
Gevorg Hakobyan (9, 15, 21)

Cesare Angelotti
Alejandro López

Spoletta
Moisés Marín *

Sciarrone
César Méndez *

Sagrestano
Alfonso Antoniozzi

Carceriere
Andrea Pellegrini *

Pastorello
Alejandro Navarro **

* Centre Plácido Domingo

** Escolania de la Mare de Déu dels Desemparats

ACTO I

Año 1800. Iglesia de Sant’Andrea della Valle en Roma. Cesare Angelotti, cónsul de la extinguida república, se ha fugado del Castillo de Sant’Angelo donde estaba prisionero bajo la tiranía del malvado barón Scarpia. Fatigado, consigue llegar hasta la iglesia y se esconde en la capilla familiar de los Attavanti, cuya verja ha podido abrir con la llave que le ha dejado escondida su hermana, la marquesa Attavanti.

Se aproxima el sacristán, que cree haber oído a alguien en el interior de la iglesia. Esperaba encontrar al pintor Mario Cavaradossi, pero tan sólo localiza el cesto con el apetitoso almuerzo del artista. Comienza a preparar los pinceles mientras reza el ángelus. Llega Mario, que enseguida sube al andamio y descubre el cuadro de la Magdalena que está pintando. El sacristán, al verlo, advierte cierto parecido entre el rostro del lienzo y el de una devota mujer que acude asiduamente a rezar a la iglesia (la marquesa Attavanti).

Cavaradossi se queda a solas, inmerso en su trabajo. Angelotti, seguro de que ya no hay nadie, sale de la capilla. Es sorprendido por el pintor, quien lo reconoce y promete ayudarle. Pero antes deberá ocultarse de nuevo, pues se oye, en la puerta de la iglesia, la voz de Floria Tosca, célebre cantante y novia del pintor, que lo reclama insistentemente. Ella le pregunta por qué estaba cerrada la puerta del templo y con quién hablaba. Mario la tranquiliza y le confirma que está solo. Tosca le propone pasar la noche juntos en casa del pintor, después de su actuación.

Mientras el artista trabaja en el cuadro, su amada no deja de mirar el retrato con cierta curiosidad e inquietud, hasta que reconoce en él los ojos azules de la marquesa Attavanti. Mario apacigua los celos de su amada y le confiesa que se inspiró en ella por casualidad, al verla rezar todas las mañanas tan piadosamente.

Una vez que Tosca se ha marchado, Mario propone a Angelotti que se refugie en su casa de campo y que, en caso de peligro, se oculte en el pozo del jardín. Para facilitar la huida del prófugo, su hermana le ha dejado en la capilla ropa de mujer y un abanico, para que se disfrace. Mario le dice que no necesitará ponérsela porque el camino hacia su finca estará desierto por la noche. De repente, suenan los cañones del Castillo de Sant’Angelo, que alertan de su fuga. Ya no hay tiempo que perder. Cavaradossi decide partir con él y guiarlo hasta su casa.

El sacristán regresa muy agitado y anuncia que Bonaparte ha sido derrotado. El coro se prepara para celebrar dicha victoria con un tedeum. Con la imponente irrupción de Scarpia, jefe de policía, cesa bruscamente el júbilo reinante. El barón no se explica semejante alboroto en una iglesia. Acompañado por el agente de policía Spoletta y sus esbirros, inicia la investigación. Todo apunta a que Angelotti ha estado oculto allí: la verja de la capilla familiar de los Attavanti está entreabierta y en su interior se ha encontrado el cesto de provisiones del pintor vacío, así como un abanico con el escudo de los Attavanti. El agudo Scarpia observa, además, que el rostro de la religiosa del cuadro es parecidísimo al de la marquesa, lo que parece implicar a su autor en la fuga del preso.

Entra Tosca en busca de Mario. El sacristán le dice que éste ha huido. La mujer está confusa. Scarpia aprovecha la situación para encender los celos de la temperamental cantante. La saluda con elegancia y le comenta que han encontrado el abanico de la marquesa en el andamio del pintor, con lo que hace creer a Tosca que los supuestos «amantes» (Mario y la marquesa, retratada en el cuadro) fueron descubiertos por alguien y huyeron. Tosca, rabiosa, se propone acudir a casa del pintor para sorprenderlos. Scarpia ordena a Spoletta y sus sicarios que la sigan. Mientras, el barón se recrea en sus deseos lujuriosos hacia Tosca. Se inicia el tedeum.

ACTO II

Palacio Farnese. Anochece. Scarpia cena mientras reflexiona inquieto. Por la ventana se oye la cantata que interpreta Tosca en la fiesta que ha organizado la reina en honor del general Melas por la victoria frente a Napoleón. El barón da instrucciones para que traigan a Tosca ante su presencia cuando acabe la ceremonia. Scarpia arde en deseos por tener a la cantante entre sus brazos y hará lo que sea para conseguirlo. Lo más efectivo para lograr su propósito es utilizar a Mario, ya que, por amor a él, Tosca estará dispuesta a cualquier cosa.

Spoletta interrumpe la cena para informar al barón del seguimiento a Tosca. Ésta los ha conducido hasta la casa campestre de Cavaradossi, pero allí no han encontrado ni rastro de Angelotti. Por temor a Scarpia, Spoletta no ha querido presentarse de manos vacías y trae detenido a Mario para que el barón lo interrogue como sospechoso. El pintor niega todas las acusaciones de Scarpia y se resiste a confesar.

Llega Tosca muy agitada. Mario le suplica en voz baja que no diga nada o será hombre muerto. Se llevan al pintor a la mazmorra. Scarpia se sienta frente a Floria con actitud dialogante y le pide que confiese el paradero del prófugo. Ella afirma no saber nada de lo que le pregunta. Entonces, el barón ordena a sus esbirros que comiencen a torturar a Cavaradossi. Tosca resiste al principio, hasta que vencida por los dolorosos gemidos de su amado que llegan desde el sótano acaba por revelar a Scarpia el escondite de Angelotti. Pide ver a Mario. Cuando lo traen, casi desmayado por el dolor de las heridas, se horroriza. Él, casi sin aliento, la maldice por haberle delatado.

Sciarrone, un gendarme, entra sobresaltado con la noticia de que el general Melas ha sido derrotado por Bonaparte en Marengo, al contrario de lo que se pensaba. Cavaradossi recobra sus fuerzas y entona un vivo grito de «victoria» por la libertad frente a los tiranos, lo que provoca la ira de Scarpia, que ordena a sus sicarios que se lo lleven para ejecutarlo.

El barón se dispone a reanudar la cena. Invita a Tosca a sentarse y tomar un poco de vino. Ella le pregunta con decisión cuánto dinero pide por la liberación de Mario. Pero los objetivos de Scarpia no son económicos, sino carnales: quiere poseer a Tosca, aunque sea sólo por una noche. La cantante rechaza asqueada las lascivas pretensiones del barón. Él intenta abrazarla y ella se aparta escandalizada.

Llaman a la puerta. Es Spoletta, quien informa de que han encontrado a Angelotti, pero antes de que lo detuviesen se ha suicidado. Scarpia ordena que cuelguen su cadáver en una horca junto a Cavaradossi. Entonces Tosca, desbordada por la situación, confirma a Scarpia, entre lágrimas y vergüenza, que acepta su deshonesta proposición. Como condición, reclama que Mario sea puesto en libertad inmediatamente. El barón se escuda en que no puede perdonarlo públicamente y le explica que lo más conveniente es hacer un fusilamiento simulado. Así se lo hace saber a su hombre de confianza, Spoletta, en presencia de Tosca, para que proceda con los preparativos. Ella queda conforme, pero exige que la dejen acudir a la ejecución para avisar a su amado del plan, y pide además un salvoconducto para que ambos puedan abandonar el estado.

Mientras Scarpia redacta y firma el documento, Tosca se hace con un cuchillo que ve en la mesa y lo oculta tras su espalda. Cuando el barón se aproxima para abrazarla ella lo sorprende asestándole una enérgica puñalada en el pecho. El malvado Scarpia se desangra y muere. La cantante, fiel a sus convicciones religiosas, sitúa dos velas alrededor del cadáver y un crucifijo sobre su pecho. Tras encontrar el salvoconducto en una de las manos del difunto, se apresura a abandonar el palacio.

ACTO III

Terraza del Castillo de Sant’Angelo. Amanece. En una hora Mario será fusilado. Pide al carcelero una última voluntad: poder escribir unas palabras dirigidas a Tosca. El vigilante accede tras recibir un anillo a cambio. Cavaradossi medita y estalla en lágrimas. Llega Tosca y le muestra el salvoconducto que les permitirá ser libres. Ella le cuenta todo lo acontecido y cómo dio muerte con sus propias manos al tirano.

Se aproxima el pelotón de fusilamiento. Spoletta da instrucciones para que procedan. Tosca, que ya ha explicado a Mario que su ejecución va a ser simulada, le sugiere que al primer disparo se deje caer al suelo y permanezca inmóvil hasta que ella le avise. Los soldados abren fuego. Cavaradossi cae al suelo. Cuando su amada se asegura de que ya se han ido todos se acerca para avisarlo. Pero descubre horrorizada que Mario yace muerto. Los esbirros de Scarpia, que han descubierto el cadáver del barón, intentan detenerla. Tosca, tras exclamar enérgicamente las palabras «¡Scarpia, nos veremos ante Dios!», se lanza al vacío.

© Miguel Lorenzo