Madama Butterfly

Giacomo Puccini

11, 14, 17, 20 y 22 octubre 2017

 
Sala Principal

El conflicto entre Oriente y Occidente; el capricho y la tradición; un amor incondicional y una traición como cruel pasatiempo conducen al suicidio como última y suprema dignidad.


 

 

Duración aproximada: 2 h 45 m

Dirección musical
Diego Matheuz

Dirección de escena
Emilio López

Escenografía
Manuel Zuriaga

Vestuario
Giusi Giustino

Iluminación
Antonio Castro

Videocreación
Miguel Bosch

Nueva producción
Palau de les Arts

Cor de la Generalitat
Francesc Perales, director

Orquestra de la Comunitat Valenciana

Madama Butterfly (Cio-Cio-San)
Liana Aleksanyan

Pinkerton
Luciano Ganci (11)
Matteo Lippi (14, 17, 20, 22)

Sharpless
Rodrigo Esteves

Suzuki
Nozomi Kato

Goro
Moisés Marín *

Lo zio Bonzo
Pablo López

Yamadori
José Javier Viudes **

Kate Pinkerton
Marianna Mappa *

Yakusidé
Arturo Eduardo Espinosa *

Il commissario imperiale
Jorge Álvarez *

L’ufficiale del registro
Javier Galán

* Centre Plácido Domingo
** Cor de la Generalitat Valenciana

Acto I
Una colina cerca de Nagasaki, desde la que se divisa el puerto de la ciudad. Pinkerton, teniente de la marina de Estados Unidos, echa un vistazo a la acogedora casa que acaba de comprar para vivir junto a Cio-cio-san (Madama Butterfly), una joven y hermosa geisha con la que va a contraer matrimonio esa misma mañana. El casamentero Goro presenta a los criados que la pareja tendrá a su servicio en la campestre morada, entre los que se encuentra Suzuki, la doncella de Butterfly.

Llega Sharpless, cónsul estadounidense en Nagasaki y amigo de Pinkerton, quien se sienta a tomar un refresco para reponerse de la fatiga del camino; mientras, el teniente le cuenta toda la historia de sus amoríos con Butterfly. Goro parte en busca de Cio-cio-san. Durante la conversación, Sharpless se da cuenta de que su colega no está verdaderamente enamorado de la joven y le dice que la boda le parece un disparate. Pinkerton hace caso omiso de lo que considera convencionalismos morales e invita al cónsul a brindar con whisky.

La escena se inunda de colorido y alegría con la llegada de Butterfly, sus amigas, familiares y demás invitados a la boda. La joven enamorada presenta a los parientes más cercanos y revela a su prometido que acaba de renegar de su religión para abrazar la fe y costumbres de los estadounidenses. Goro anuncia que todo está dispuesto para comenzar la ceremonia. El comisario imperial procede a la lectura del acta del enlace, que a continuación firman varios testigos. Tras ello, se brinda por la felicidad de los flamantes esposos.

La alegre fiesta es interrumpida por un fanático bonzo, tío de Madama Butterfly, que increpa públicamente a la geisha por haber renunciado a sus creencias. Los familiares y amigos reniegan entonces de Cio-cio-san. Ante tanta infamia, Pinkerton se ve obligado a poner fin a la situación y a expulsar a todos los presentes. Posteriormente, ya a solas con su esposa, consuela a la desdichada con tiernas palabras. Butterfly se siente plenamente feliz junto a Pinkerton. Cae la noche. Los esposos entran en el dormitorio.

Acto II
Interior de la casa de Butterfly. Han pasado tres años y Cio-cio-san vive en un ambiente de tristeza. Despreciada por sus familiares, se encuentra aislada y en la miseria, con la única compañía de su fiel doncella Suzuki. Butterfly está convencida de que su marido regresará algún día tal y como le prometió antes de partir a Estados Unidos, poco tiempo después del enlace. Suzuki, sin embargo, consciente de que un marido extranjero que abandona el país jamás regresa, no alberga esperanza alguna.

Llegan Sharpless y Goro. El cónsul trae noticias de Pinkerton para Butterfly, pero éstas no son nada buenas. Cio-cio-san, emocionada con la visita, se desvive en atenciones hacia Sharpless. Goro se burla de la inocencia de la geisha, quien aún espera la llegada de su marido después de tres años. Durante este tiempo, el casamentero ha tratado de comprometerla en matrimonio con hombres bien posicionados económicamente, pero ella, fiel a su marido, ha rechazado todas las proposiciones, a pesar de estar sumida en la miseria. El propio Sharpless, mientras toma el té con Butterfly, es testigo de la visita del príncipe Yamadori, que viene desesperado a pedir, por enésima vez, la mano de la aún bella y jovencísima Cio-cio-san. De nuevo es rechazado fríamente, ante la mirada atónita de Sharpless, quien no logra asimilar la inconmensurable fidelidad de la geisha hacia alguien que es patente que la ha abandonado.

El cónsul no sabe cómo contarle, sin herirla, que Pinkerton se ha casado con una compatriota suya y que está a punto de desembarcar en Nagasaki acompañado por ella. Sharpless muestra a Butterfly la carta en la que el teniente anuncia su llegada y, sin atreverse a hacerle ver la terrible realidad, comienza a dar rodeos y trata de convencerla para que se olvide de su esposo. La geisha, dolida por las palabras que acaba de escuchar, sale precipitadamente de la estancia. Cuando regresa, trae un niño en sus brazos y se lo presenta a Sharpless como el hijo de Pinkerton.

El cónsul, triste y emocionado al mismo tiempo, expresa a Butterfly su intención de interceder por el bien del niño, tras lo cual se marcha.

Un cañonazo procedente del puerto de Nagasaki, cuyas vistas se aprecian desde la casa de la frágil “mariposa”, anuncia la llegada del barco en el que viaja Pinkerton. Butterfly se emociona. Loca de felicidad comienza a preparar con ayuda de Suzuki el recibimiento a su esposo. Se hace de noche. Cio-cio-san, su hijo y Suzuki se sientan a esperar sin apartar la mirada del puerto.

Acto III
Amanece. Suzuki aconseja a Butterfly que se acueste, pues han pasado toda la noche en vela a la espera de Pinkerton y están agotados. Cio-cio-san se retira con su hijo a descansar. Aparecen Sharpless y Pinkerton, que son recibidos por Suzuki. Ésta reprocha al teniente haber abandonado a su esposa sumiéndola en la más absoluta tristeza.

La sirvienta advierte la presencia de una dama (Kate Pinkerton) que pasea por el jardín, lo que confirma sus peores temores: Pinkerton ha regresado, pero con una esposa estadounidense. Suzuki se horroriza sólo de pensar en la tragedia que se cierne sobre la pobre Butterfly cuando Kate le solicita que interceda por ella ante Cio-cio-san para que les ceda a su hijo. Pinkerton, lleno de remordimientos, pide a Sharpless que consuele a la geisha, pues le falta valor para dar la cara. Sale de la casa.

Butterfly se despierta e inmediatamente se interesa por Pinkerton. La presencia de la extraña que se encuentra en compañía de Suzuki y de Sharpless desconcierta a la geisha, quien pregunta por la identidad de la dama. Las respuestas titubeantes, las miradas tristes y las lágrimas en los ojos de Suzuki hacen que Cio-cio-san se aperciba de la situación y se dirija a Kate Pinkerton para expresarle su conformidad en entregarles al niño; mas sólo lo hará si viene el propio Pinkerton a pedírselo. Sharpless y Kate parten en busca del teniente. Butterfly, ya a solas, reza unas oraciones y tras despedirse de su hijo se suicida.

© Miguel Lorenzo/Mikel Ponce